Cuando se realiza una experiencia de reflexión tan intensa como la llevada a cabo, jalonada de tantas etapas, con tantos contenidos aprendidos, con el descubrimiento de tantas experiencias que en distintos niveles se vienen poniendo en marcha, me sorprende un sentimiento encontrado entre esperanza y agradecimiento por lo mucho que se está haciendo y por los grandes pasos adelante que se han realizado, pero también de desafío porque tanta dedicación llegue de verdad a tantos ámbitos en donde todavía no han permeado aspectos tan evidentes sobre las personas en la sociedad.
El Reto 2 con la propuesta de una persona en la vanguardia de la lucha por la igualdad fue uno de los momentos para mí más importantes; iba descubriendo tantos rostros, tantas historias, tanta valentía que me costó decidirme por la historia a ofrecer.
En este último Reto y como respuesta a la inquietud planteada más arriba y que encabeza esta última etapa de nuestro Curso, me dispongo a aterrizar en las luchas escondidas, las de mujeres sin nombre famoso o conocido, ésas que en nuestros barrios y calles, en centros sociales, en pequeñas asociaciones aparentemente insignificantes han puesto su escucha, su consejo, su ánimo a tantas mujeres que se sentían sin fuerza para reivindicar la igualdad entre todos, en sus casas, en sus relaciones.
Y lo voy a hacer con la poesía de una mujer, mi madre, que sin apenas cultura y sin títulos es una de esas personas que ha sabido poner su granito de arena luchando por la igualdad. A penas fue a la escuela porque hoy, desde sus 92 años, aún recuerda cómo tuvo que dejarla para trabajar en el campo. Pero, como le seguía gustando mucho leer y escribir no perdía oportunidad de hacerlo y, ya adulta se dedicó a escribir en poesía sus experiencias de vida y la de tantas personas que le pedían que contara su historia haciéndoles una poesía.
De esta inquietud y de la escucha de muchas mujeres nació este grito con el que quiero clausurar esta entrada del Blog en recuerdo a tantas mujeres que jalonaron antes que nosotras y nosotros esta reivindicación tan actual y necesaria aún hoy.
AMAS DE CASA
¿Quién nos pondría la etiqueta a las que no trabajamos?
nos llaman Amas de Casa y a mí me causa hasta espanto. ¿Amas de casa nosotras?
¿Por qué nos llaman así? Si tan solo somos dueñas de la escoba y el mandil.
Sí, mandil o delantal que puesto sobre la falda nos protege en la cocina de salpicones y manchas.
¡Ah! y del cubo, las fregonas, las balletas y la plancha y todos los utensilios que se emplean en la casa,
pero hasta ahí nada más, pues no tenemos derecho tan siquiera de opinar
en problemas cotidianos que surgen en el hogar.
En cuanto abrimos la boca a la cocina nos mandan:
"Tú, a fregar platos que es lo tuyo, que tú aquí no pintas nada"
Y a la cocina marchamos con la cabecita baja
y bebiéndonos las lágrimas que de los ojos se nos escapan,
pues derechos no tendremos pero sentimiento sí,
y nos molesta y nos duele el que nos traten así.
¡Unámonos compañeras y juntas reivindiquemos los derechos que nos niegan
y que nosotras tenemos!